Necesitamos más reglas y hay que obedecerlas. Después de todo, no somos salvajes. Somos ingleses, y los ingleses somos siempre los mejores en todo….
 
El señor de las moscas de William Golding.

 

Es frecuente encontrar en consulta a padres preocupados porque sus hijos, que ya han cumplido las 8 primaveras, no respetan las reglas, se oponen y no obedecen cuando se les exige hacer por ellos mismos ciertas tareas que son propias de un niño sano de su edad, como el aseo y la higiene personal, el vestirse, el estudiar, el acostarse en su habitación.

Como explican los padres: “es como si nuestro hijo fuera todavía un bebe que necesita ayuda para todo y ante cualquier reclamo tengo que repetírselo mil veces para que lo haga y no me hace caso”.

Los niños desobedientes

Cuando un niño de 8 años desobedece, no se viste solo y pide ayuda absolutamente para todo, en ausencia de un trastorno del desarrollo, solemos encontrarnos con papás incapaces de hacer respetar las reglas, con mamás acostumbradas a hacer todo a sus hijos, demasiado presentes cuando los niños toman un baño, enjabonándoles, asumiendo el control de vestirles y de ponerle los zapatos, de limpiarles tras ir al baño, estudiando con ellos y durmiendo juntos en vez de con la pareja.

Estos constantes mimos y atenciones acostumbran al niño hacer con ayuda lo que debería hacer por si sólo, siempre está la mamá o el papá preparado para hacerle la vida más cómoda, volviéndose un niño exigente y desafiante hacia sus padres.

Lo sorprendente para estos padres es descubrir que el niño no se vuelve autónomo sin más y cuando es exigido empieza a ponerse de mal humor y a rechazar a hacer solo lo que hasta ahora hacía acompañado, cosa totalmente normal si tenemos en cuenta que se ha creado un equilibrio.

Basta que la madre haga algo distinto o rompa ese equilibrio exigiendo autonomía a su hijo, para que el niño se rebele y la armonía familiar se resienta. Al final lo que suele ocurrir es que los padres ejercen el control sobre sus hijos de manera intermitente, es decir, unas veces ceden a sus demandas y otras veces les castigan por desobedecer.

La sobreprotección familiar

La sobreprotección así como el modelo intermitente por parte de los padres alimenta la rebeldía del niño porque se presta atención a las conductas de dependencia y no se atiende consistentemente a las que significan autonomía, como puede ser asearse o vestirse solo.

Una de las armas más poderosas para conseguir cambios en la conducta de los demás es la atención que les prestamos. Si atiendo a una conducta, independientemente que sea deseable o indeseable, la refuerzo o aumento la posibilidad de que se repita en el futuro. Si la ignoro con el tiempo pierde su significado y se extingue.

Un ejemplo de ello lo encontramos en Mario, un niño cuya madre deprimida se pasa en cama todo el día, su indiferencia que le muestra ante los deberes escolares provoca que el niño deje de hacerlo, en cambio le regaña cuando entra en la habitación con los zapatos de barro por lo que se hacen frecuentes sus incursiones en la habitación con los zapatos sucios.

La autonomía infantil

Para que el niño adquiera la autonomía en sus tareas básicas, que obedezca y siga las normas del hogar es imprescindible incidir sobre lo que hacen una y otra vez los padres que no funciona, es decir bloquear sus soluciones intentadas. Por ejemplo una pareja trata de convencer con largas charlas a su hijo de 9 años para que siga las normas, le repite mil veces lo que debe hacer, le persigue para que coma o se bañe, le castiga y más tarde le levanta el castigo.

Mientras vista a mi hijo de 8 años, le limpie tras ir al baño, le deje dormir en mi cama, atiendo a estas conductas de dependencia y fomentaré que se mantengan. Una maniobra terapéutica para obtener el cambio será empezar a equivocarme en mis cuidados o retrasarlos, cometiendo pequeños errores de precisión como apretarle demasiado el cinturón, cerrarle todos los botones sabiendo que le agobia, ponerle mal los zapatos, o hacerle esperar tras ir al baño poniendo una escusa: “perdona hijo andaba despistada, anda si tú lo haces mejor, muy bien”.

Con esta estrategia el niño cansado de los despistes de sus padres acabará tomando las riendas por iniciativa y con los comentarios acertados de los mismos se desplazará la atención hacia sus nuevas capacidades.

La alianza entre los padres

Es crucial que ambos padres se alíen y mantengan esta actitud de “boicot” durante 15 días, y feliciten siempre la conducta de autonomía del niño con palabras, con atención, con una sonrisa. Ante las quejas de los niños ambos deben disculparse y si se mantiene la ruta las quejas irán desapareciendo.

Con los hijos únicos ya se sabe, uno les presta más atención. Es frecuente encontrar en consulta a padres desesperados porque su hijo de más de 8 años duerme todavía en la habitación de matrimonio. Suele ser la madre la que se acuesta con su hijo y el padre duerme en otra habitación. En estos casos deberemos gradualmente acostumbrar al niño a la nueva rutina.

A la hora de irse a la cama nos iremos con él a su habitación y no nos moveremos hasta que se duerma, en un principio nos tumbaremos junto a él para luego pasar a sentarnos en una silla cerca de su cama. Cuando se duerma, dejaremos la puerta abierta y una luz en el pasillo y nos iremos a nuestro cuarto y no nos moveremos hasta que el niño nos llame o vaya a nuestra habitación para repetir este proceso tantas veces como sea necesario durante la misma noche. Gradualmente iremos alejando la luz del pasillo hasta apagarla.

Se necesita unos 10 días para acostumbrar al niño a que duerma sólo. Durante este tiempo son frecuentes las noches en blanco porque el niño se despierta, pero si se es consistente al final el niño duerme solo y la pareja retoma su intimidad. El tratamiento psicológico será totalmente diferente si el niño a sufrido algún trauma, si tiene alguna fobia u otro trastorno psicológico significativo.

Un niño feliz es un niño que se adapta a las normas y siente que hace bien las cosas. El psicólogo le ayudará, en cada caso particular, a poner límites, a restablecer una sana jerarquía que será el inicio para el cambio de conducta de su hijo.

Por bueno que sea un caballo, necesita espuelas.
Proverbio inglés.

 

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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