La sociedad existe allí donde varios individuos entran en acción recíproca.
 
Georg Simmel.

 

Tener una adecuada socialización en la infancia va a actuar como protección frente al miedo al rechazo y a la fobia social. El escaso contacto en cambio puede facilitarlo.

Cuantas más oportunidades tengamos de exponernos a los demás, de intercambiar emociones, pensamientos y acciones mayor será la probabilidad de logar un nivel social satisfactorio, porque mayor seguridad sentiremos al relacionarnos.

Algunos acontecimientos durante la primera infancia y la adolescencia pueden favorecer la ausencia de contacto y contribuir al desarrollo de la fobia social.

Es de vital importancia conocer las conductas de los padres que bajo ciertos estados emocionales pueden desfavorecer este contacto social.

Por ejemplo, si los padres están excesivamente preocupados por la opinión de los demás no van a promover el contacto social, evitarán socializarse y pueden usar la vergüenza como método de control para sus hijos, alertando a sus hijos de los posibles desastres si se relacionan, anticiparán el fracaso creando profecías que se auto-cumplen: “Que vergüenza, harás el ridículo”…

Si un progenitor está deprimido y el niño permanece con él la mayor parte del día, el niño tendrá más probabilidades de tener dificultades en las relaciones. Un niño que está la mayor parte del tiempo ignorado empezará a manifestar una falta de reacción ante el entorno o por el contrario podría presentar lloros contantes y conducta agresiva.

En general, los problemas que sufren los padres pueden reducir las oportunidades de los niños para ser felices, en nuestra mano está la responsabilidad de pedir ayuda psicológica para superar nuestros límites.

Las familias con varios hijos, en sí mismas, facilitan el contacto con los demás porque son niños que desde la más tierna infancia comparten y viven en grupo. Una familia con un solo hijo necesita esforzarse más para estimularle y relacionarle con otros niños. Resulta muy beneficioso, en el segundo caso, favorecer su sociabilidad con la guardería, las actividades deportivas y culturales en grupo etc.

Ciertos acontecimientos durante la infancia y adolescencia pueden contribuir a desarrollar fobia social, por ejemplo la presencia de enfermedades que afectan al aspecto físico, pero siempre va a depender de cómo se afronten dichas limitaciones.

Por ejemplo, en el caso de sufrir acné, cojera, sobrepeso el niño puede aislarse del grupo evitando situaciones o por el contrario puede interactuar con los demás, fortaleciendo así su autoestima.

Si el aislamiento es forzado, por ejemplo, el niño que padece una enfermedad y debe estar en cama durante mucho tiempo tendrá menos oportunidades de socializarse ya que no podrá ir al colegio, ni realizar deportes, ni salir con los compañeros normalmente, en este caso habrá que facilitarle el contacto en casa con reuniones de amigos.

El bullying puede facilitar la fobia social.
 
Sufrir bullying o acoso psicológico en la escuela es un factor clave en el desarrollo de la fobia social, depresión y otros trastornos de conducta.

Un niño que es rechazado por el grupo siente miedo, vergüenza, ansiedad, tristeza, rabia; todas ellas son emociones muy destructivas si no las comparte con un adulto para obtener ayuda.

El bullying provoca un aislamiento forzado. El niño que es constantemente objeto de burla, insultado, vejado por sus compañeros, con el tiempo se va debilitando y creyendo a sus verdugos, incluso llega a creer que se lo merece.

El niño acosado trata de pasar desapercibido, como mecanismo de defensa se aísla del grupo dejándose de relacionar por miedo a ser humillado, por lo que se reducen sus oportunidades de hacer amigos.

Un niño que sufre de acoso en la escuela, en casa empieza a comportarse de manera diferente a como lo hacía, por ejemplo, está más agresivo o más pasivo, está triste, tiene miedo a dormir solo, no quiere ir a clase, se queja de dolores antes de ir al colegio, se hace pis en la cama etc.

Estos síntomas conductuales y físicos son mensajes que deben ser escuchados, ya que en la mayoría de los casos los niños no verbalizan que les pasa algo hasta que el acoso se ha instaurado.

Si detectamos cambios bruscos de conducta o ciertos síntomas en nuestro hijo debemos descartar que pueda sufrir acoso escolar.

¿Hay un Robin Hood dentro de ti? Ante el acoso escolar no mires a otro lado.

Un grupo de individuos puede realizar conductas que individualmente nunca realizaría, perdiendo su voluntad y moralidad ante el grupo liderado por un manipulador nato, porque “todos lo hacen”, así los miembros del grupo justifican y mantienen, por ejemplo, su conducta violenta o su pasividad ante la visión de un maltrato a un tercero.

El cabecilla y los que le siguen son igual de culpables, uno por manipular y los otros por dejarse llevar. Los testigos de la violencia también son igualmente culpables porque actúan como si no ocurriera nada fortaleciendo el clima de maltrato.

Ponerse en la piel del otro, es decir, desarrollar la empatía hacia el que sufre, hará menos probable estos comportamientos dañinos.

La tolerancia hacia las conductas de acoso debe ser CERO, el acosador o acosadores y los testigos son igualmente responsables del sufrimiento que generan a la víctima, por lo que hay que avisar al centro escolar si observamos alguna conducta denigrante hacia un compañero o si como padres sospechamos que se está cometiendo.

Debemos luchar por denunciar estas conductas que tanto dañan la personalidad del niño y del adolescente, y ayudar a nuestros hijos a desarrollar ciertas virtudes como el amor al prójimo, la compasión y la justicia.
 

No debes perder fe en la humanidad. La humanidad es un océano; si algunas gotas son sucias, el océano no se vuelve sucio.

Mahatma Gandhi.

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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