La autoestima significa divertirse siendo uno mismo, aprender a gustarse, expresar los sentimientos, en definitiva sentirse libre para tomar buenas decisiones y defenderse por si mismo.

 
El paso de casa a la escuela suele ser un momento crítico en el desarrollo de un niño, ya que supone separarse de los padres y abrirse a un mundo que puede parecer amenazante para los más pequeños.

Asistir a la guardería y a la escuela implica relacionarse con otros niños, pero sin esta socialización el desarrollo en el aprendizaje sería imposible. Sin socialización se pierden oportunidades para aprender y desarrollar habilidades.

Mientras el niño permanece en casa está en un ambiente protegido, no se le exige nada y es valorado por lo que es. En el momento en que entra en la escuela es valorado por lo que hace, por su rendimiento, está expuesto a los demás y por tanto a ser evaluado tanto por su profesor como por sus compañeros. Este cambio requiere un periodo de adaptación a la nueva situación, la cual suele ser vivida por los niños con cierta ansiedad en el desempeño de sus tareas.

Estas dificultades que son normales al inicio de la socialización pueden convertirse en problemas si se afrontan de modo inadecuado.

Muchas veces con las mejores intenciones se producen los peores efectos, por ejemplo cuando los adultos ante el miedo del niño tratamos de minimizar lo que le ocurre: “no pasa nada, ya verás como se te pasa”, o cuando le decimos: “tranquilo”, produciendo el efecto contrario, o: “ya se te pasara en casa”, generando fobia escolar. O cuando es etiquetado por médicos o por nosotros mismos al escuchar: “es muy tímido, muy introvertido, tiene fobia social”, creando una profecía que se auto-realiza.

Cuando el miedo a ser juzgado es muy fuerte, el niño evita ponerse a prueba en grupo por miedo al rechazo o a la burla, se niega a asistir a tareas extraescolares que tienen que ver con deportes donde esta presente la competición, no quiere ir a cumpleaños y si asiste obligado por los padres no se separa de ellos, se muestra ansioso ante la separación negándose mediante el llanto obstinado.

Normalmente la tendencia de los padres será tranquilizar al niño liberándole de los compromisos, pero este alivio momentáneo manda un mensaje peligroso al niño: “te libero de esa actividad que es peligrosa” confirmándole que corre un riesgo.

Sentirse parte del grupo es algo importante para todos, nos da confianza el hecho de que cuenten con nosotros y a su vez eso hace tener en cuenta a los demás. Cuando un niño no juega con los otros niños a la larga se siente diferente, como un patito feo, por lo que su actitud es de distanciamiento creándose un circulo vicioso en el que el niño se aleja y los demás también.

Cuando entramos en un lugar donde pensamos que no gustamos por lo que somos o por cómo vestimos tenderemos a distanciarnos, a evitar la mirada, a ponernos tensos. En cambio cuando nos encontramos en un ambiente familiar nuestra actitud será de apertura, sonreiremos, nos acercaremos. Por tanto creer que no gustamos nos hace actuar como tal e influencia al otro que a su vez se aleja.

¿Cómo se adquiere la confianza en uno mismo?

El psicólogo Jean Piaget sostiene en su teoría sobre el desarrollo cognitivo infantil que el niño construye su realidad cuando interacciona con los objetos, es decir, aprende haciendo y luego conceptualiza. Esta es la manera más natural para aprender a través de la experiencia.

Explorando el mundo y experimentando con la mirada atenta de los padres adquirimos seguridad en nosotros mismos y desarrollamos una correcta autoestima, al ir superando las pequeñas dificultades.

Recordemos que el papel de los padres de niños de 6 a 11 años, no es sólo protegerles sino acompañarles en sus descubrimientos, dejándoles un poco libres para que exploren el mundo y adquieran confianza en sus propios recursos.

No se trata de echar a nuestro hijo a los leones y ver como lo despedazan, sino que con la ayuda del psicólogo, deberemos enseñarle a manejar las situaciones difíciles, las que tiene miedo, para que se exponga progresivamente y de manera natural a su día a día.

Normalmente entreno a los padres para que trabajen con sus propios hijos, ya que ellos pueden convertirse en los mejores co-terapeutas por la influencia que tienen en sus hijos y así evitamos que el niño se sienta aún más raro por ir al psicólogo.

Explicar a un niño o a un adulto la irracionalidad de su miedo o aquello que debe hacer no sirve de nada, sólo genera más resistencia. El niño tiene miedo y sufre en grupo por lo que se protege evitando.

Un primer paso consiste en pedir a su hijo que exprese sus miedos todos los días durante 20 minutos, usted deberá ayudarle a imaginar posibles situaciones donde pueda sentirse inseguro, con miedo o comprometido, preguntándole que haría y cómo se defendería, permaneciendo con él. Este ejercicio que lo llamamos Peor Fantasía ayuda al niño a fortalecerse ya que es un inicio de afrontamiento.

Además de manera paralela los padres, siempre a modo de juego y siguiendo las pautas del psicólogo, pondrán en práctica un programa de distanciamiento gradual para acostumbrarle a una separación sin ansiedad.

Por último si el niño trata de defenderse de los demás niños evitando o siendo agresivo no le trataremos de convencer de lo contrario, sino que le haremos experimentar que ni el mundo ni los demás son peligrosos, a través de técnicas psicológicas para que se de cuenta de que el mundo no es tan amenazante.

En la Terapia Breve Estratégica el objetivo es incidir, no en lo cognitivo, sino en la acción o la experiencia. Cada uno construye su propia realidad en base a experiencias concretas.

– ¡Ahí va un nuevo cisne!

Y los cisnes viejos se inclinaron ante él. Esto lo llenó de timidez, y escondió la cabeza bajo el ala, sin que supiese explicarse la razón. Era muy, pero muy feliz, aunque no había en él ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. Y mientras recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oía como todos le decían ahora que era el más hermoso de los cisnes. Las lilas inclinaron sus ramas ante él, bajándolas hasta el agua misma, y los rayos del sol eran cálidos y amables. Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón:

– Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era solo un patito feo.

(El patito feo de Hans Christian Andersen).

 

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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