Vivir en el pasado significa darle una importancia capital y creer que es inevitable que lo que nos ha afectado profundamente siga haciéndolo durante toda nuestra vida.

Para algunas personas que están ancladas en los acontecimientos negativos acontecidos hace meses, años o incluso décadas, su vida sólo tiene significado aludiendo a un pasado desastroso o a una niñez marcada por los problemas de su familia.

Su herencia o su pasado son la causa de su malestar, “¿cómo voy a estar bien con lo que he vivido?”. Sus ojos enfocan al ayer, es como si la persona observara desde su celda como construyen un patíbulo, y pensando que es para si misma, decidiera colgarse.

Cuando nuestra propia historia nos mantiene presos, el pasado cobra tal protagonismo que cuando cuentas tu vida lo haces con rabia, con tristeza, instalándote en el rol de víctima por la injusticia sufrida.

Víctima y sacrificio.

Víctima es la persona que sufre un daño o un perjuicio por un acontecimiento, ya sea por culpa suya o ajena.

Todos hemos sido víctimas en algún momento porque a todos nos han pasado cosas desagradables, hemos tenido un accidente, nos han timado etc. Por lo general tenemos, con mayor o menor dificultad, la capacidad de reaccionar, afrontar y superar el acontecimiento y continuar con nuestras vidas.

La definición de víctima también hace referencia a “todo ser viviente sacrificado o destinado al sacrificio”. Los padres se sacrifican por sus hijos, pero si llegan al extremo su renuncia se convierte en patológica, es el llamado modelo de familia sacrificante.

Padres que se lamentan de su vida, que no hacen nada para mejorarla, que renuncian al ocio, que solo viven para el deber, para sacrificarse constantemente y dar lo máximo a sus hijos y además se lo hacen saber. Sólo de esta manera sienten que son buenos padres, haciendo que sus hijos se sientan culpables o en deuda y generando muchos conflictos en familia.

Aléjate del victimismo. La actitud de víctima te encadena al pasado.

Las personas ancladas en el pasado muchas veces se lamentan de su vida, a través de ello consiguen atención y se sienten queridas, por eso tienden a hablar más de la cuenta sobre lo que ocurrió y cómo se sienten. Muchas veces provocan a los demás lástima y/o aversión, en cualquiera de los dos casos salen perjudicadas.

Lamentarse constantemente alimenta el problema porque te acerca a tu pasado y te impide mirar al presente, hace que te concentres en los acontecimientos que deseas que no hubieran ocurrido. Lo revives una y otra vez, lo fijas más en tu memoria.

Además las personas que te escuchan empiezan a minimizar lo que te ha ocurrido, para tratar de animarte haciéndote sentir más incomprendido si cabe, y/o dejan de escucharte.

La sombra del pasado.

Los traumas infantiles pueden afectar en la edad adulta aunque las causas hayan desaparecido. En cambio en otras ocasiones las señales del trauma se han diluido porque nosotros o las personas que nos han cuidado han sabido manejar la situación.

No sigue lloviendo cuando las nubes han desaparecido. Lo que hacemos a partir del suceso traumático determinará la superación del mismo o por el contrario su complicación.

Si yo sigo sintiéndome avergonzado cuando las personas que provocaban mi vergüenza han desaparecido, es porque de alguna manera yo sigo alimentando en el presente aquélla emoción con determinados comportamientos.

El que algo sea verdadero en ciertos momentos no significa que lo sea “siempre” y en todas las circunstancias. Cuando generalizamos y sacamos conclusiones de un hecho concreto hacia todos los aspectos de nuestra vida, nos ponemos una soga al cuello que nos paraliza y nos impide cambiar.

Dejar en un segundo plano tu pasado.

Cuando nuestro pasado nos persigue, juzga, tortura, paraliza, victimiza… nuestra decisión de tomar el control del presente nos puede llevar a iniciar una psicoterapia, el psicólogo es el experto en identificar tu problema y ayudarte a desbloquearlo.

Escribir cada día tu biografía, la crónica de tus desastres con todo lujo de detalles, es una alternativa para dejar de lamentarte.

Si te invaden los pensamientos de tu pasado dales espacio mediante la escritura, escríbelos tantas veces como estén presentes, con el tiempo notarás que dejan de molestarte.

Sin la corriente de pensamientos tóxicos tu mente se quedará en silencio.

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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