Las lágrimas no son para las personas que hemos perdido. Son para nosotros. Para que podamos recordar, celebrar, extrañarlas y sentirnos humanos.

C.J. Redwine.

La muerte representa un tema tabú en gran parte de las sociedades occidentales debido al miedo y el dolor de los adultos, que ha conducido en muchas ocasiones a un bloqueo en la expresión y en el manejo de las emociones que se desencadenan, y como consecuencia de ello, los niños no se pueden beneficiar de un entorno donde se hable con naturalidad de la muerte.

La muerte de un ser querido genera un gran dolor que nos hace sentirnos sumamente frágiles, afligidos, indefensos, impotentes, culpables etc.

El duelo es el proceso por el que nos recuperamos del dolor, representa un camino por el que hay que pasar para adaptarnos a esa pérdida y retomar nuestra vida con el vacío que ha dejado la persona fallecida pero con nuevas energías.

El duelo normal incluye una variedad de síntomas, Worden experto en la materia las enumera:

Sentimientos negativos como tristeza, enfado, culpa, auto-reproches, ansiedad, impotencia, fatiga, shock, emancipación, alivio e insensibilidad.

• También aparecen sensaciones negativas como vacío en el estómago, opresión en el pecho y en la garganta, sensibilidad al ruido, sensación de irrealidad, falta de aliento, debilidad muscular, falta de aire, falta de energía y sequedad de boca.

• Así mismo se manifiestan alteraciones cognitivas como pensamientos de incredulidad, confusión, preocupación y alucinaciones.

• Y por último en el duelo normal aparecen alteraciones de la conducta como trastornos de sueño y de la alimentación, despistes, evitación y aislamiento social, soñar con el fallecido, suspirar, llorar, búsqueda y llamada del ser perdido, hiperactividad e inquietud, visitar lugares que pertenecen al fallecido, tratar como tesoros los objetos del fallecido.

Se dice que un duelo es patológico cuando existe una gran angustia junto con la no aceptación de la muerte del ser querido, y se recurre a conductas desadaptativas que producen enormes dificultades sociales, emocionales y cognitivas que paralizan el funcionamiento de la persona de manera persistente e indefinida.

El duelo en los niños

Los niños al igual que los adultos también experimentan el duelo con sensaciones intensas y dolorosas, por ejemplo entre los 10 meses y 3 años de edad pueden reaccionar con tristeza, enfado, irritabilidad, falta de apetito o trastornos del sueño, rechazo del contacto etc.

Según Kroen, los niños de 2 a 5 años pueden responder a la muerte de diversas maneras:

• Con perplejidad y confusión negándose a creerlo.

• Apegándose en exceso a la persona que vive.

• Con indiferencia o haciendo preguntas inadecuadas.

• Expresando el dolor mediante juegos. Esta manera es beneficiosa porque ayuda al niño a expresar y reconocer sus sentimientos.

• Copian el modelo del padre/madre o adultos cercanos: imitan a los mayores, por ejemplo si estos no muestran su tristeza, ellos también congelarán sus emociones, si en cambio expresan un dolor extremo, los niños harán lo mismo. Ninguna de éstas conductas serán adecuadas para que el niño elabore la pérdida.

• Sienten gran ansiedad por la probabilidad de otra futura pérdida o por el temor a ser abandonados.

• Establecen vínculos afectivos con otros adultos cercanos.

• Comprueban la realidad: se comportan al principio como si aceptarán la muerte del ser querido pero después empiezan a preguntar cuando volverá el fallecido.

Es importante prestar atención a las conductas que realiza tu hijo cuando se ha producido una pérdida importante y pedir ayuda psicológica para evitar que el dolor se mantenga.

Algunas de estas conductas son: el llanto excesivo y prolongado en el tiempo, rabietas frecuentes y prolongadas, cambios extremos en la conducta y retraimiento prolongado, pesadillas frecuentes y terrores nocturnos, apatía e insensibilidad, perdida de peso y apetito, dolores de cabeza recurrentes que se presentan con otros dolores, pensamientos negativos prolongados sobre el futuro.

Por ejemplo, si el niño se enfada y/o llora desconsolado ante menudencias los adultos podemos ayudarles mediante el abrazo de contención, que consiste en sujetar firme y amorosamente al niño que llora o patalea, mientras se le tranquiliza con voz suave. A medida que el niño se ve envuelto por el abrazo del adulto atraviesa por fases de llanto intenso hasta que, poco a poco, siente alivio y se calma.

Los mitos y las verdades del duelo en los niños y adolescentes

Existen unos mitos que van a influir negativamente en el proceso de duelo del niño y adolescente (Poch y Herrero), conocerlos nos ayudará a saber lo que hacer y no hacer ante la pérdida de un ser querido.

MITO: Los niños no se dan cuenta de lo que sucede tras una pérdida.
VERDAD: Se dan cuenta de que algo distinto sucede y no hablar con ellos es convertirles en “espías” de algo que no comprenden.

MITO: Los niños y adolescentes no elaboran el duelo.
VERDAD: Si lo elaboran.

MITO: Los niños y adolescentes no dan significado a los hechos.
VERDAD: Necesitan dar significado y lo hacen.

MITO: Los adultos debemos protegerles del dolor y sufrimiento, por lo que es mejor que no vayan a los ritos.
VERDAD: Les protegemos mejor si les hacemos participar en los procesos familiares teniendo en cuenta su edad.

MITO: La protección entendida como “exclusión” y vivida por el niño como “abandono” y “soledad”.
VERDAD: La protección entendida como “inclusión” y vivida por el niño como “formar parte de” y “compañía”.

MITO: No comprenden los rituales por lo que es mejor que no asistan a ellos.
VERDAD: Podemos ayudarles a comprender los rituales y permitir que participen en ellos.

Fomentar la expresión emocional en los niños les hace resistentes

familia unida

Hablar ayuda a digerir los problemas y a buscar soluciones. Un clima familiar donde habitualmente se expresan libremente las emociones fortalece al individuo y le hace resistente frente a las adversidades y se recuperan antes.

A los niños normalmente les apartamos de las situaciones dolorosas como medida de protección, y no nos damos cuenta que, al igual que nosotros, ellos necesitan experimentar y expresar la pena, sentir que tienen permiso para llorar y estar tristes, y pasar el duelo, gracias a ello se adaptarán a la nueva situación y seguirán adelante.

Compartir el dolor nos ayuda a elaborar el duelo, dar y recibir consuelo nos mantiene unidos a los demás y nos ayuda a experimentar emociones positivas. Pero es difícil permitir el duelo de los niños, si los adultos no nos hemos permitido experimentar y elaborar la pena asociada a nuestras propias pérdidas.

Los niños más mayores realizan mejor los duelos si se les permite expresar el dolor y buscar apoyo en sus mayores. Debemos trasmitirles que estamos preparados para estar tristes y, al mismo tiempo, cuidar de ellos. Si un niño cree que sus mayores se hunden cuando sienten pena, asumirá el papel de protector, en lugar de dejarse sostener y este crecer antes de tiempo puede dificultar su correcta evolución.

Para poder afrontar las noticias negativas y gestionar las emociones asociadas a ellas es fundamental que los adultos y los niños desarrollen una inteligencia emocional. No sólo debemos centrarnos en los resultados académicos sino en como manejamos nuestras emociones positivas y negativas para obtener beneficios.

¿Cómo desarrollar la inteligencia emocional?

Se puede empezar hablando en familia de las emociones (“tengo miedo”, “estoy enfadado”, “me siento feliz”, “estoy triste”, “que asco”, “que sorpresa!”…) cuando vayan surgiendo a lo largo de las experiencias.

Se ha demostrado que los niños pueden resultar beneficiados de las conversaciones emocionales profundas, esto hará que desde bien pequeños los niños se sientan cómodos de hablar, tanto de lo bueno como de lo malo y puedan idear estrategias y salir de las dificultades de una manera más resolutiva.

Siempre se ha subestimado la capacidad que tienen los niños de comprender la muerte. Los niños suelen sentir curiosidad por ella, quieren saber por qué sucede y en que consiste, así que cuando encontremos un animalito muerto los adultos debemos aprovechar para hablar con ellos del tema y trasmitirles actitudes resilientes para que aprendan a afrontar la situación.

Pautas para los padres. Cómo comunicar el fallecimiento de un ser querido

Los niños entre 2 y 5 años interpretan el mundo de forma muy literal, les cuesta entender que la muerte es irreversible, la perciben como algo temporal, como un estado parecido al estar dormido, piensan que la persona aún puede comer, respirar y despertarse.

Cuando fallece un familiar hay evitar crear confusión en el niño, hay que explicarle que la persona ha muerto y ya no va a volver, que puede despedirse escribiéndole una carta o haciendo un dibujo. Aunque pueden parecer duras esas palabras van ayudar al niño a asimilar la ausencia y recuperarse porque no se le crea la falsa esperanza del regreso del ser querido.

¿QUIÉN DEBE DAR LA NOTICIA?: el niño debe recibir la noticia de sus padres o familiares con los que se sienta unido.

¿CUÁNDO? Se le debe decir lo antes posible para evitar que se convierta en espía y se sienta confuso ya que percibe que algo ha cambiado.

¿DÓNDE?: debemos buscar un lugar tranquilo que le resulte familiar al niño, mejor darle la noticia en casa.

¿CÓMO?: Mirándole a los ojos, con un tono de voz suave y cálido, mientras le acaricias o mantienes contacto corporal.

Hay que evitar usar expresiones como: “como cuando alguien se va a dormir”, “se ha ido a un viaje muy largo”, debemos usar la palabra “muerte” y explicarle que es irreversible con frases como estas: “ya no ve, no piensa, no siente, no camina, no habla etc.”. Con estas palabras tomará conciencia de la muerte.

Se deben contestar las preguntas del niño dejando que se exprese y preguntándole para confirmar que nos está entendiendo.

Debemos explicarle que existen cosas que no podemos controlar y que esto forma parte de la vida.

Si el niño desea irse de la habitación debemos permitírselo.

El día después, cómo ayudar al niño ante un duelo

Debemos permitir y animar al niño a que se despida de la persona fallecida mediante cartas, dibujos, manualidades, grabaciones.

Es aconsejable crear espacios en los días sucesivos para hablar y expresar lo que siente el niño, y explicarle que no esta solo ni abandonado. Podemos hacer Libros de memoria, facilitando que la familia entera comparta los recuerdos y reconstruir así la relación con el ausente, reuniendo, fotos, recuerdos, escritos.

Basándonos en Kübler-Ross los niños, al igual que los adultos, atraviesan por diferentes estados de ánimo.
Si el niño está triste debemos permitírselo, evitando frases del tipo: “tienes que ser fuerte” o “los valientes no lloran”. Hay que averiguar si siente culpa o piensa que el fallecido se fue por su mal comportamiento, le diremos que no es culpa suya y que le quería mucho.

El niño puede tener miedo a morir o a que mueran otros familiares, en este caso le podemos decir: “Es muy poco probable que eso ocurra ahora, pero es normal que sientas temor, yo también lo siento a veces. Ven, estemos un ratito juntos y verás cómo se te pasa”. Para no aumentar la angustia conviene evitar cosas como: “Está en el cielo con Dios” o “Está descansando”.

La rabia es otra emoción frecuente en los niños que han sufrido una pérdida, a veces por cosas sin importancia arrancan con agresividad, será necesario ponerles límites pero siendo comprensivos y explicándoles que entendemos su enfado y que poco a poco se irán sintiendo mejor.

No debemos forzar al niño a hablar del suceso, a través del juego encontrará la manera de expresarlo. Podemos jugar con él usando títeres y muñecos para ayudarle a que exprese su tristeza, rabia, culpa etc.

Se pueden contar cuentos para que interiorice el suceso, muchos cuentos infantiles abordan el tema de la muerte, como Bambi, Blancanieves, Dumbo etc.

Escuchar música, dibujar, colorear, moldear con plastilina y otras manualidades acordes a la edad del niño ayuda a relajar y a expresar emociones.

Las actividades en grupo sirven para distraerse de las preocupaciones y les hacen darse cuenta que con ayuda de los demás se superan las dificultades.

Es importante restablecer cuanto antes la vida cotidiana del niño, si se han interrumpido sus clases extraescolares restablecerlas lo antes posible, porque le ayudan a canalizar sus emociones.

Los niños no pueden mantenerse afligidos durante mucho tiempo, sus emociones cambian rápidamente, de estar tristes a jugar o ver la tele, debemos aceptar sus momentos de alegría y no hacerles sentir culpables con frases como: “deberías estar triste”. En definitiva, debemos permitirles la risa.

Debemos ser conscientes que para que los niños expresen lo que sienten necesitan ver las emociones de los adultos. Si los adultos no muestran sus sentimientos, seguramente el niño tampoco lo hará.

La pérdida de un ser querido plantea retos adaptativos, pero adaptarse no significa resolución, más bien poner la muerte en perspectiva y continuar viviendo.

 

Solo sanamos de un dolor cuando lo padecemos plenamente.

Marcel Proust.

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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