Tener un hijo no es tener un ramo de rosas.

Federico García Lorca.

Según estudios la genética puede ser un factor predisponente en el desarrollo de la fobia social, pero por sí sola no es suficiente para que se manifieste, tiene que coexistir con un ambiente facilitador que la determine, lo que significa que los padres y tutores podemos influir positivamente para que los niños vulnerables no lo desarrollen.

Ciertos estilos de crianza se plantean como factores de vulnerabilidad para la fobia social, entre ellos la sobreprotección, el control y la intromisión excesivos.

Son patrones de interacción recurrentes entre padres e hijos que son los responsables de la constitución de problemas y como veremos se convierten en patología cuando se rigidizan.

Los familiares con un modelo sobreprotector están transmitiendo a sus hijos la idea de un mundo amenazante y la necesidad de pedir ayuda ante la mínima dificultad. El niño no solo pedirá apoyo para todo sino que dándoselo le estamos dando estos mensajes: “Te ayudo porque tu sólo no eres capaz”,Tienes problemas para actuar”, “No puedes manejarte por ti mismo”, “No lo harás bien”…

El eslogan familiar de la familia hiper-protectora es: “dinos lo que te falta que nosotros te lo daremos”.

La modalidad comunicativa principal de este modelo de familia es la “asistencia rápida”, anticiparse a las necesidades del niño y a sus potenciales dificultades.

¿Cuáles son las conductas sobreprotectoras que generan problemas?:

  1. Continuamente suplir al niño en las tareas difíciles y decirle lo bueno que es en tal cosa y tal otra genera problemas.

Las familias sobreprotectoras refuerzan la estima del niño y joven mediante la trasmisión cotidiana de que es perfecto y maravilloso en todos los campos, lo que va a generar una autoestima vacía de significado.

Los niños deben aprender a superar pequeñas dificultades, por ello debemos dejarles que cometan pequeños errores y que traten de rectificarlos, solo así se esforzarán por las cosas con una actitud de lucha ante las dificultades.

De esta manera estaremos desarrollando su resiliencia, es decir, su capacidad de superación ante las adversidades, porque tras una derrota se esfuerzan para levantarse de nuevo.

Las facilidades solo hacen hijos con poca capacidad de frustración ante la vida, y los adultos sabemos que cuanto menor es esa capacidad menor es nuestra sensación de control ante los acontecimientos que nos ocurren, y mayor es nuestra sensación de impotencia. Adolescentes con escasa capacidad para la frustración suelen recurrir a las drogas y al alcohol para afrontar sus problemas.

  1. Intentar ayudarles constantemente, facilitarles la vida, eliminar sus dificultades por temor a que fracasen es un amplificador de problemas.

Algunos padres les dicen a sus hijos: “Te llevo el coche al taller así tienes tiempo para ti; “Te hago los deberes para que no quedes mal”; “No te preocupes yo me ocupo de todo”.

Este tipo de actitudes paternas repetidas producen hijos inseguros en sus capacidades y por tanto incapaces. Los hijos cuando se expongan probaran su fracaso porque les faltarán recursos al ser constantemente apoyados por sus padres.

La autoestima tiene que ser conquistada paso a paso, a través de experiencias de éxito y fracaso, y no puede ser donada por los demás.

Las experiencias de fracaso son un ingrediente fundamental para desarrollar la autoestima, debemos hablar con los niños y hacerles ver que es importante la actitud que tengamos frente a un fracaso, para ello les señalaremos lo negativo por supuesto, pero también buscaremos la utilidad o beneficio a medio plazo y sobretodo señalaremos el fortalecimiento que supone no obtener lo que uno desea tan rápidamente.

Las charlas frecuentemente no tienen efecto, pero no olvidemos algo que es infalible para influir en los demás, el modelo que reflejamos. Los niños observando a los adultos que les importan (padres, profesores, tíos, abuelos etc.) copian actitudes y comportamientos. Por ello convirtámonos en un modelo a seguir, mostrando comportamientos de autonomía con los fallos humanos y rectificaciones propias de la vida misma.

  1. En las familias sobreprotectoras existe un excesivo control de los hijos.

Estos padres están demasiado pendientes en las acciones de sus hijos interviniendo constantemente. Y como no pueden estar con ellos las 24 horas del día buscan posibles dificultades para anticipar y prevenir sometiendo a sus hijos a un tercer grado: “¿dónde has ido?, ¿con quién?, ¿a qué hora a terminado la película? y luego ¿qué has hecho?”.

Según se ha observado las personas ansiosas tienden a describir a sus padres como controladores, sobreprotectores, poco afectuosos y avaros en el apoyo emocional.

Las consecuencias que nos encontramos dentro de una familia así son que los padres normalmente se convierten en esclavos de sus caprichos, en el chofer etc. y el hijo se siente omnipotente, cada vez tiene menos responsabilidad, no está obligado a rendir cuentas de sus acciones, pide ayuda constantemente y se desamina ante la mínima dificultad, reaccionando con agresividad si sus deseos no son satisfechos.

Nos solemos encontrar con corderitos atemorizados fuera de casa que se convierten en fieras dentro del hogar.

Se crean “hijos patosos”, incapaces de tomar responsabilidades porque no están habituados, e “hijas desilusionadas” en busca del príncipe azul que las proteja.

En algunas ocasiones los hijos se rebelan a este modelo familiar y empiezan a mentir a sus padres, a esconder su vida y a sus amigos, a ser reservados, a no contestar el teléfono cuando salen de casa. Cuanto más quieren saber los padres, más se cierran y menos contarán los hijos.

¿Qué podemos hacer para revertir este modelo de familia hiper-protectora?

Favorecer la socialización:

Habilidades sociales

En la pre-adolescencia y adolescencia es normal experimentar cierta ansiedad social debido a que somos más conscientes de que nuestro aspecto y conducta pueden ser evaluados por los demás.

Además las demandas sociales propias de la edad también pueden producir nervios, por ejemplo participar en situaciones sociales que requieren una evaluación por parte de los demás como presentar trabajos en público, responder a preguntas, hacer exámenes, hacer deporte.

Los padres deben proporcionar oportunidades de exposición para que el niño pueda practicar situaciones sociales y que vaya tomando la iniciativa en la socialización, por ejemplo desde pequeños apuntarles a actividades en grupo, campamentos etc. y fomentar así la autonomía.

Pero no olvidemos que para ello es necesario que nosotros mismos hayamos superado nuestros propios límites para darles un punto de referencia firme.

Sabotear nuestras acciones protectoras:

Una manera eficaz para salir de este modelo de familia es sabotear nuestras acciones protectoras, es decir, usar una estratagema china: “lanzar el ladrillo para obtener el jade”. Privando a los hijos de pequeños caprichos obtendré la piedra preciosa que será, a la larga, una mayor responsabilidad en sus acciones.

Por ejemplo equivocarte al comprarle la crema que te ha pedido, olvidarte de prepararle el bocadillo, olvidarte de encuadernarle ese trabajo tan importante, olvidarte de dejarle el dinero del almuerzo. Cometer pequeños errores pidiendo disculpas seguidamente por tu despiste, para continuar cometiendo otros pequeños errores sistemáticos.

Ante esto los hijos al principio se enfadan, pero luego acaban realizando las cosas por si mismos, tomando pequeñas responsabilidades porque piensan que ya no pueden contar con sus padres como antes.

 

Todo lo que se le enseña a un niño se le impide inventarlo o descubrirlo.

Jean Piaget.

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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