Nadie elige el mal sabiendo que es un mal, pero permanece atrapado en él si, por error, lo considera un bien respecto a un mal mayor.

EPICURO.

“El suicidio es un acto deliberado con desenlace fatal que es intentado y llevado a cabo por una persona con plena conciencia de las consecuencias definitivas de ese acto.” (Organización Mundial de la Salud).

Los intentos de suicidio pueden verse influidos por una serie de factores que pueden suavizar, proteger y disminuir su riesgo, como por el contrario facilitarlo.

La familia puede ser un medio de sostén frente al estrés que puedan sufrir sus miembros y frente a la posibilidad de que aparezcan pensamientos depresivos e ideas de autolesionarse.

Como padres podemos hacer algo e influir en los miembros de nuestra familia, numerosos estudios demuestran que existen una serie de condiciones sociales, familiares y personales que disminuyen la aparición de pensamientos suicidas y por tanto que sea menos probable la conducta suicida.

LOS FACTORES DE PROTECCION PERSONALES

No hay nada más peligroso que una idea cuando es la única que tenemos.
ALAIN.

A lo largo de nuestra vida con el contacto con los demás y las decisiones que tomamos vamos adquiriendo capacidades para manejar nuestras emociones, para gestionar los obstáculos que encontramos, así vamos desarrollando una inteligencia emocional que engloba ciertas habilidades que nos ayudan a protegernos frente a los pensamientos depresivos.

Los factores personales que nos pueden proteger frente al suicidio son los siguientes:

1. Las habilidades de comunicación.

Un factor protector contra el suicidio es la presencia de habilidades para comunicarnos.

¿Qué entendemos por comunicación? La expresión de aquello que comparto con otra persona, hace referencia por tanto al lenguaje verbal y al no verbal.

Según Paul Watzlawick “Es imposible no comunicarnos. Actividad o inactividad, palabras o silencio, siempre tienen valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, también comunican”.

La persona sentada en un restaurante a rebosar con la mirada perdida o el pasajero de un tren que está con auriculares comunican que no quieren hablar con nadie, y los de alrededor captan el mensaje respondiendo dejándoles tranquilos.

La habilidades de comunicación tienen que ver con ciertos rasgos de personalidad como la extraversión y la introversión, que pueden favorecer o impedir experimentar contacto social influyendo en el nivel de confianza hacia el entorno y hacia los demás.

Los niños con mayor confianza en sí mismos son aquellos que han experimentado más y evitado menos, y por tanto se han expuesto con más frecuencia al intercambio de emociones, pensamientos y conductas con otros niños o con los adultos, logrando con mayor probabilidad situaciones de éxito que los niños más evitativos.

¿Cómo podemos desarrollar las habilidades de comunicación en nuestros hijos?

Estimular a nuestros hijos para que se relacionen con los demás. La mejor manera de hacerlo es a través de nuestro modelo, de la observación de nuestra conducta, si nos ven relajados y distendidos cuando estamos con otras personas aprenderán que el contacto social no es peligroso.

Premiar a través de halagos las conductas de autonomía que son adecuadas para su edad. Darle la posibilidad de interactuar con adultos y niños, por ejemplo pedir a un niño de 10 años que pida el pan mientras le esperas fuera de la tienda.

Tener un espacio en familia para poder comunicar las emociones. Dar la libertad de expresar lo bueno pero también aquello que nos angustia. Lo que no debemos hacer es centrar la comunicación exclusivamente en aspectos negativos, pero el niño o adolescente debe saber que también puede hablar de lo malo. De esta manera le damos el mensaje de que nos puede contar cualquier cosa.

Comunicando nuestro malestar y nuestros pensamientos sobre ciertos temas estamos intercambiando no sólo emociones sino ideas y puntos de vista diferentes. No se trata de intentar convencerle de que su pensamiento es erróneo o distorsionado sino de influir positivamente en nuestros hijos.

Cuidar un lenguaje corporal que promueva el intercambio social positivo. Nuestra postura y lenguaje no verbal influencia al que nos observa, por ejemplo si sonrío al pedir algo es más probable que obtenga lo que deseo. Usando la sonrisa, un cuerpo relajado, una mirada suave, un apretón de manos firme estoy transmitiendo que me siento cómodo y la persona también responderá de la misma manera.

2. Las habilidades para resolver problemas.

La presencia de habilidades para encarar y resolver los problemas de manera adaptativa son un factor protector importante frente a la conducta suicida.

Los problemas a los que no se encuentra solución provocan un malestar crónico, cuando nuestras estrategias de afrontamiento son ineficaces aparece el sentimiento de indefensión que bloquea la búsqueda de nuevas soluciones convenciéndonos de que nuestro problema es irresoluble.

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Los psicólogos Thomas D´Zurilla y Marvin Goldfried, creadores de la técnica de Solución de Problemas, definieron un problema como el fracaso para encontrar una respuesta eficaz, ya sea porque se usa siempre la misma estrategia que ya ha funcionado antes pero que a largo plazo no sirve. Desde esta perspectiva se definen los problemas como el fruto de soluciones inapropiadas y no en términos de situaciones imposibles.

La técnica de Solución de Problemas consigue reducir la ansiedad asociada a la incapacidad para tomar decisiones, y consiste en la búsqueda de una solución siguiendo 5 pasos:

1. Especificar el problema: supone hacer un listado de los problemas en todas las áreas de nuestra vida, como las finanzas, trabajo, relaciones sociales, vida familiar etc.

2. Perfilar su respuesta: respondiendo a las preguntas clásicas ¿qué nos preocupa?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿con quién?, ¿por qué?…

3. Hacer una lista con las alternativas de solución: se usa la “tempestad de ideas” donde cualquier solución por disparatada que sea vale, no se juzgan, lo mejor es la cantidad.

4. Ver las consecuencias: una vez se tengan varios objetivos alternativos con distintas estrategias para alcanzarlos, se eligen las mejores estrategias y se evalúan las consecuencias de ponerlas en práctica.

5. Evalúe los resultados: ahora se actúa con las estrategias elegidas.

Si hacemos lo mismo obtenemos más de lo mismo, si uno se encuentra atascado en un callejón sin salida es porque sus antiguas soluciones no funcionan. Esta habilidad para resolver problemas se puede aprender con la práctica y es una característica que pone en práctica de manera intuitiva la persona resiliente.

3. Desarrollar la Resiliencia como escudo frente al suicidio.

Las personas resilientes son aquellas que se sobreponen frente a las desgracias, recuperan sus capacidades de vivir el presente tras un trauma y se enriquecen de la experiencia saliendo fortalecidas.

Es cómo si el impacto de una mala experiencia sólo nos deformara sin llegar a rompernos. Las personas más resilientes tienen un mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, más autoestima, lo cual les permite tener una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontar retos.

Cuando hemos sido víctimas de una experiencia devastadora, por ejemplo el fallecimiento de un hijo, de la pareja etc, y la única solución que se vislumbra es el suicidio, el tratamiento psicológico es imprescindible para hacer emerger la resiliencia de la persona, para activar los recursos que han quedado sumergidos por el shock, permitiendo recuperar la capacidad de vivir el presente y de proyectar un futuro.

Las emociones negativas pueden convertirse en un obstáculo si las taponamos. Cuanto más trato de alejarme del dolor, de eliminarlo o controlarlo más se infiltra el pasado en el presente. El intento activo por olvidar una cosa no hace más que grabarlo.

El psicólogo le hará trabajar sobre la memoria del trauma, una manera eficaz de canalizar las emociones es a través de técnicas que no impliquen controlarlas, como es el caso de la escritura terapéutica.

4. Búsqueda de consejo y ayuda cuando surgen dificultades.

Cuando no se ve una salida ante un problema, pedir ayuda a un tercero es un signo de fortaleza, denota inteligencia porque se busca una visión alternativa, significa valentía, por el atrevimiento de intentar resolverlo de manera distinta, y humildad al reconocer que uno se encuentra indefenso y necesita ayuda de un experto.

La vergüenza y el miedo, que muchas veces dominan a la persona que no pide ayuda produce bloqueo, debilidad y mayor malestar. Es necesario confiar en los más cercanos y expresarles nuestro dolor o directamente pedir ayuda a un profesional de la psicología, que son los expertos en la conducta humana y en los trastornos mentales.

5. Tener confianza en uno mismo.

La autoestima se conquista, y no puede ser donada por los demás.
GIORGIO NARDONE.

Jean Piaget, psicólogo infantil sostiene que el niño construye su realidad cuando interacciona con los objetos, aprende haciendo y luego conceptualiza.

La experiencia es la manera más natural de aprender y los padres deben acompañar a sus hijos en el descubrimiento del mundo, dejándoles libertad para explorar y así que adquieran confianza en sus propias capacidades por ensayo y error.

Si los niños van superando pequeñas dificultades y se sienten protagonistas de ello, irán desarrollando una autoestima sólida o una creencia resistente en sus capacidades.

Las siguientes pautas podrán ayudarle en este propósito:

• Evitar hacer las cosas en su lugar para facilitarle la vida.

• Dejar que el niño se equivoque y que rectifique con nuestra ayuda.

• Que aprenda una actividad en la que se sienta cómodo y que adquiera confianza en su desempeño. Puede ser un deporte, la música, el baile, la pintura etc.

• Reforzarle con nuestra atención y afecto las conductas y los buenos comportamientos.

Las conductas impulsivas, la agresividad, la baja tolerancia a la frustración y las emociones negativas como la tristeza, enfado, rabia producen sensaciones de fracaso, de falta de control, indefensión y desesperanza, minan la autoestima y se convierten en factores de riesgo del suicidio.

Un objetivo terapéutico psicológico será aprender a manejar dichas emociones y conductas que pueden llevar al adolescente al consumo de drogas y alcohol y a otras conductas de riesgo.

6. Ser receptivos hacia las experiencias y soluciones de otras personas.

Ser receptivos significa escuchar y tener en cuenta otros puntos de vista diferentes al nuestro, tener la capacidad de ver más allá de nuestro horizonte será un fuerte protector frente al suicidio porque nos va a sensibilizar y dirigir hacia otras maneras de calmar el sufrimiento.

Este objetivo se consigue desarrollando la empatía en nuestros hijos. La empatía es la comprensión de las ideas y sentimientos de otra persona, supone escuchar atentamente, realizar preguntas y dejar al margen los propios juicios de valor para comprender el punto de vista del otro, sus opiniones, sentimientos, motivaciones y situación.

Normalmente cuando conseguimos ser empáticos podemos llegar a aceptar y perdonar, y eliminar el resentimiento.

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Para desarrollar la empatía debemos practicar en escuchar a un amigo o desconocido realizando, como hacemos los psicólogos en terapia, una escucha activa:

• Escuchar atentamente.

• Formular preguntas sobre las partes que no comprenda para que la persona le aclare y desarrolle sus ideas, pidiéndole información sobre sus pensamientos y emociones.

• Parafraseando de vez en cuando lo que ha dicho su amigo: “corrígeme si me equivoco, has dicho que…”.

• Postergando los juicios de valor.

Esta práctica también la pueden realizar los niños y adolescentes, así descubrirán la existencia de tantos puntos de vista como colores tiene el arco iris.

7. Tener actitudes y valores positivos, como el respeto, la solidaridad, la cooperación, la justicia y la amistad.

Estos valores los transmite la familia a través de la convivencia, los padres, tíos, abuelos son un modelo de referencia para los niños y adolescentes, sus conductas y actitudes las aprenden por la observación cotidiana.

Podemos infundirles dichos valores a través de lo que nosotros hacemos, de cómo nos relacionamos con nuestros hermanos, padres, amigos y desconocidos. De cómo tratamos al medio ambiente y a las personas en general, si cedemos el paso, si respetamos las normas, si participamos en actos benéficos.

Podemos enseñarles a compartir y corregir sus malas conductas sirviendo de modelos, y a demostrarles con nuestra conducta que las emociones negativas únicamente destruyen.

Si no nos dejamos llevar por el odio y la ira que sentimos hacia ciertas personas que nos han hecho daño, estaremos demostrando a nuestros hijos que podemos manejar nuestras emociones hacia el bienestar, y a la larga que somos mejores que los que nos han agraviado.

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Si experimentamos durante nuestro crecimiento estos valores positivos, en los momentos difíciles será más probable que elijamos la alternativa de la vida frente a la de la muerte autoinfligida.

8. Tener creencias religiosas.

Esta demostrado que tener acceso a una fe religiosa ayuda y fortalece a la persona cuando la vida da un giro de 360 grados. Seamos o no practicantes antes del problema, tener la posibilidad de acceder a la religión, ya sea por inspiración propia o por haberlo visto de pequeños en nuestra familia, nos alivia las tensiones, nos puede dar consuelo y fuerza para seguir adelante.

Es posible que hayamos nacido en una familia creyente pero que nunca hayamos practicado, pero cualquier momento es óptimo para apoyarnos en la fe. Rezar y realizar actos religiosos como ir a misa, comulgar, confesarse, ayudar en la iglesia etc. nos mantiene ocupados y es un fuerte protector contra el suicidio. Y si la fe ha desaparecido actuando “como si” uno fuera creyente, se vuelve a recuperar.

LOS FACTORES DE PROTECCION FAMILIAR

La vida en familia pierde toda libertad y belleza cuando se basa en el principio del yo te doy y tú me das.
HENRIK IBSEN.

El apoyo familiar caracterizado por una cohesión alta es un protector contra el suicidio.

¿Cómo podemos logarlo?

• Estando accesible a su hijo, darle confianza intercambiando con él sus asuntos cotidianos, darle la posibilidad de comunicarse en familia creando espacios para ello.

• Observar y preguntar cuando detecte cambios de hábitos o alguna conducta distinta a la habitual en su hijo. Es importante darle su espacio, sin realizar interrogatorios exhaustivos que sólo crean simetría y rechazo.

• Programar actividades que les interesen a sus hijos: tener momentos en familia para compartir vivencias como comidas, viajes. Enseñarle alguno de sus hobbies para que sea más probable compartir actividades comunes de mayor.

FACTORES DE PROTECCION SOCIAL

El suicidio demuestra que en la vida hay males peores que la muerte.

FRANCESCO ORESTANO, Pensamiento 23.

El apoyo social de calidad y consistencia lo constituyen principalmente los amigos, compañeros de escuela o trabajo y son un factor de protección muy efectivo en la prevención de la conducta suicida.

Los amigos representan un apoyo en los momentos difíciles, involucrarse en actividades sociales hará más probable que desarrollen lazos de amistad duraderos por lo que debemos fomentar el deporte en equipo y otras reuniones en grupo.

Los amigos que pasan la mayor parte del tiempo con nuestros hijos, pueden convertirse en una buena influencia si el niño o adolescente es capaz de ser uno mismo y no se siente manipulado en su día a día. Si por el contrario un niño muestra tensión en compañía de sus compañeros debemos analizar si sufre de acoso escolar informando al colegio de las sospechas, y ofrecerle recursos para que sepa decir que no y alejarse de esta compañía.

Nuestro papel será observar las amistades de nuestro hijo para detectar las malas influencias y a través del diálogo abrirle los ojos y protegerle, por ejemplo si se está relacionando con muchachos que tienen comportamientos peligrosos, que juegan con las drogas u otras conductas de riesgo.

Si en cambio no aceptamos a sus amigos por nuestros prejuicios, por ejemplo, porque es extranjero, viste raro, debemos superar dichos prejuicios y ser más tolerantes. Perseguir y someter a nuestro hijo a un tercer grado de preguntas sólo le alejará más de nosotros, por ejemplo prohibir a un adolescente que vea a un amigo sólo reforzará su decisión a seguir viéndolo, debemos intentar llevarlo a nuestro terreno invitándole a casa.

La familia es el sistema propicio para cultivar los medios de protección personal y social del futuro adulto descritos anteriormente.

 

Hacer que cada instante de la vida sea lo mejor posible sin importar la mano del destino que nos lo envíe: en eso consiste el arte de vivir.

G. LICHTENBERG.

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Belén Silván Oró

Belén Silván Oró. Licenciada en Psicología. Colegiada nª M-12091.
Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en Intervención en Ansiedad y Estrés. Especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Experta en Hipnosis Ericksoniana. Experta en Neuropsicología Clínica y en Rehabilitación Neuropsicológica del Deterioro Cognitivo.

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